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El Reino de España es un Estado del suroeste de Europa, integrado por la mayor parte de la Península Ibérica, las islas Baleares y las Canarias.

Geografía física[]

Orogénesis[]

La forma poligonal. maciza y elevada de la Península (660 m de altitud media, sólo superada en Europa por la de Suiza) hace de ella un pequeño continente, que es además muy variado debido a su compleja evolución geológica. Puede ésta dividirse en dos grandes ciclos, el herciniano y el alpino; los otros movimientos tectónicos, el huroniano y el caledoniano, aunque menos importantes, dejaron también sus huellas.

Ciclo herciniano[]

Durante la mayor parte de la era primaria la actual Península estaba sumergida bajo las aguas del mar, en el que se depositaron (cámbrico y silúrico) grandes espesores de arcillas que más tarde se convertirían en pizarras. A causa de la orogenia caledoniana cambia a partir del devónico la sedimentación; es ya de aguas poco profundas y se depositan grandes espesores de calizas. La orogénesis herciniana (fines del devónico-pérmico), acompañada de intrusiones magmáticas, plegará estos materiales y formará una serie de montañas en el emplazamiento actual de la Meseta, los Pirineos, el Macizo Catalán y la depresión del Ebro. Después empieza un período de erosión que arrasa las montañas, de suerte que a principios del secundario los mares se instalan sobre una gran plenillanura.

Ciclo alpino[]

Hay que distinguir dos áreas en la sedimentación mesozoica-eocénica de la Península: una formada por las grandes fosas oceánicas pirenaica y bética, de sedimentación tranquila y continuada, en las que se depositan sobre todo calizas y margas, y otra constituida por una serie de depresiones que bordean los macizos Meseteños y Catalán y en las que la sedimentación es irregular, con numerosas interrupciones debidas a las transgresiones y regresiones. Los sedimentos mesozoicos y eocénicos son plegados durante el eoceno medio y superior: surgen así los Pirineos, las Cordilleras Béticas, los sistemas Ibérico y Cantábrico, Sierra Morena y las Cordilleras Costeras Catalanas. Al mismo tiempo, se hunde el macizo del Ebro y se forma una fosa de sedimentación continental-lacustre. La actividad volcánica que acompaña al movimiento tectónico alpino ha dejado huellas más o menos importantes en los alrededores de Olot, Ciudad Real y el cabo de Gata. Al inicio del mioceno una transgresión marina origina una gran cuenca oceánica en el actual valle del Guadalquivir. En el interior de la Meseta se forman grandes depresiones lacustres de sedimentación continental y otro tanto ocurre en el Macizo Catalán (depresión prelitoral). A fines del terciario tiene lugar la apertura del estrecho de Gibraltar. La Península tiene ya una configuración semejante a la actual a comienzos del cuaternario. El glaciarismo de esta era le afectó poco, si se exceptúa el Pirineo.

Morfología actual[]

Como consecuencia de esta agitada historia geológica podemos considerar a la Península dividida en las siguientes unidades morfoestructurales:

  1. La Meseta Central, viejo macizo paleozoico que ocupa gran parte de la Península y aparece dividida en su mitad por el Sistema Central.
  2. Rebordes montañosos de la Meseta, serie de alineaciones serranas de origen alpino que bordean la Meseta: sistemas Cantábrico, Ibérico y Sierra Morena.
  3. Depresiones externas, del Ebro y Guadalquivir, limitadas por la Meseta y por las cordilleras periféricas alpinas, y colmadas de materiales terciarios.
  4. Cordilleras periféricas, fundamentalmente los Pirineos, las Cordilleras Béticas y las Cordilleras Catalanas.

Clima[]

Varios son los factores que diversifican el clima peninsular. Por su latitud (36º-45º), la Península está inmersa en el área recorrida por la zona de contacto y ciclogénesis entre las masas de aire polar y tropical, o frente polar. Éste se desplaza en otoño hacia el sur y en primavera hacia el norte, provocando las lluvias equinocciales, predominantes en la mayor parte de la Península. Por otra parte, sobre la Meseta, muy fría en ivierno, se forma un área de altas presiones o anticiclón emisor de vientos fríos hacia la periferia. En verano sucede lo contrario. De la combinación de estos grandes factores y de la distribución del relieve y la orientación de las costas dependen los distintos climas peninsulares. La falta de humedad es el rasgo climático característico de la mayor parte del territorio peninsular, y por ello cabe determinar una primera gran división climática, distinguiendo una España húmeda y una España seca.

Se consideran húmedas aquellas zonas donde las precipitaciones son superiores a 600 mm, aunque la evaporación de algunas es tan intensa (Baja Andalucía, por ejemplo) que la abundancia de lluvias queda en parte compensada. La España húmeda comprende las regiones del noroeste y norte ribereñas del Atlántico, los Pirineos y algunos islotes localizados en las altas sierras de los restantes sistemas montañosos.

La vecindad del océano afecta a la primera de dichas áreas, que es la más extensa, y da lugar a un clima muy típico, caracterizado por la abundancia y regularidad de las precipitaciones y la moderación de las temperaturas. Las montañas húmedas son las que están más directamente afectadas por los vientos marinos. Aunque las tierras peninsulares situadas a más de 1.000 m de altitud sean extensas, el clima auténticamente de montaña se reduce a los sectores de mayor altitud de los principales sistemas montañosos. En cuanto a las temperaturas el factor altura tiene valores muy distintos de unos a otros lugares. Las nieves perpetuas, de cierta importancia en los Pirineos, son mínimas en altitudes superiores de Sierra Nevada e inexistentes en el resto de las montañas peninsulares. La innivación superior a 200 días al año no alcanza más al sur del Sistema Central, a excepción del islote de Sierra Nevada. La extensa España seca no goza de un clima uniforme. La escasez de precipitaciones viene determinada por el relieve. Las montañas galaicas y cantábricas aíslan la Meseta del aire atlántico, húmedo y tibio. Las Cordilleras Catalanas y el Sistema Ibérico hacen otro tanto respecto de la zona del Mediterráneo. En resumen, a pesar del carácter peninsular de España, el influjo benéfico marino afecta apenas a una estrecha franja litoral. El resto de la Península tiene un clima de clara tendencia continental, dividido en dos tipos determinados principalmente por la altitud: climas de meseta y climas de depresión. La diferencia entre ambos estriba en el carácter más riguroso del clima de estas últimas, a causa del fenómeno de la inversión térmica. Ciertas variantes de estos climas continentales se localizan en los extremos occidentales de la Meseta sur y de la depresión del Guadalquivir, donde alcanza el influjo moderador atlántico. Los climas mediterráneos se dividen en dos subgrupos: uno típico, que abarca la mayor parte del litoral mediterráneo y Baleares, y otro subtropical, muy árido, localizado en las costas del sudeste (provincias de Murcia, Almería y Granada). Ambos se reducen a una estrecha faja costera con escasas penetraciones. Por último, las islas Canarias, aunque situadas en latitudes tropicales, tienen un clima muy favorable determinado por su naturaleza insular oceánica.

Hidrografía[]

La hidrografía de la Península está estructurada en tres vertientes: la atlántica, la mediterránea y la galaicocantábrica. La primera es la más extensa consta de cuatro grandes ríos: Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir. Cuencas menores son las del Tinto-Odiel y el Guadalete. El régimen de estos ríos es del tipo pluvial subtropical, típico de la España continental seca, si bien Duero y Tajo ofrecen ciertos caracteres pluvionivales; sufren fuertes estiajes y grandes crecidas y sus caudales relativos son muy bajos. El Duero es el río más caudaloso de la Península; el Tajo, el tercero en caudal y primero en longitud, y el Guadalquivir, el único río peninsular parcialmente navegable. La vertiente mediterránea cuenta con una sola gran cuenca, la del Ebro, y numerosas cuencas menores: Ter, Llobregat, Turia, Júcar, Segura, Almanzora, Guadalfeo, Guadalhorce y Guadiaro. El régimen de estos ríos es pluvial mediterráneo, caracterizado por su gran irregularidad, fuertes estiajes, torrencialidad y escaso caudal relativo. El Ebro, gracias a sus afluentes pirenaicos, que tienen regímenes con factor nival, es el segundo río de la Península por su caudal y el de régimen más complejo. Los ríos de la vertiente galaicocantábrica son muy numerosos, pero de escasa longitud: el Miño y su afluente el Sil, el Tambre, el Ulla y el Lérez, vierten sus aguas en el Atlántico, y el Navia, Narcea, Nalón, Nervión y Bidasoa en el Cantábrico. El régimen de éstos es de tipo pluvial oceánico, de gran regularidad y abundante caudal. Los ríos que nacen en altas montañas tienen regímenes nivales o nivopluviales y los de montañas medias, pluvionivales. Unos y otros son caudalosos en primavera por la fusión de las nieves.

Vegetación[]

La vegetación natural aparece adecuada sólo parcialmente a las diferentes zonas climáticas. La encina, la especie más característica, está diseminada por casi toda la España seca, sin discriminaciones climáticas; el haya se cincunscribe más estrictamente a la España húmeda, así como el roble atlántico. El alcornoque, el pino carrasco y la sabina albar, especies arbóreas también de la España seca, ocupan sectores bien determinados. El alcornoque se asienta en los suelos silícicos de la Meseta Occidental y de las Cordilleras Costeras Catalanas; la sabina albar, en la depresión del Ebro, y el pino carrasco, preferentemente en el Sistema Ibérico (Soria, Cuenca). El palmito, especie subtropical típica, rebasa esta zona climática peninsular, extendiéndose por casi toda la costa mediterránea, desde el macizo de Garraf (provincia de Barcelona) hasta Gibraltar, y por el Atlántico hasta el sudeste del Guadalquivir. El bosque, abundante en tiempos pasados, ha sido muy castigado, y hoy el monte alto y medio ocupan menos del 40% de la superficie forestal y sólo el 19% del territorio español. El 60% restante de la superficie forestal está ocupado por monte bajo, matorral y pastos, vegetación que en muchos casos es resultado de la deforestación. La repoblación forestal tiende a devolver al bosque las tierras que le fueron arrebatadas.

Demografía[]

Situación social[]

España presenta unas características sociológicas típicas de un país en época de transición que, superados los niveles de subdesarrollo, todavía no ha alcanzado los estándares característicos de un país desarrollado. La sociedad española dista mucho de ser una sociedad homogénea; se observan grandes diferencias de niveles de vida entre las diversas clases sociales y entre las diferentes regiones (se engloban bajo este concepto no sólo los estándares materiales de existencia, sino también los niveles educativo, cultural, de sanidad, urbanización, posibilidades de mejora, perspectivas de los hijos, participación en las funciones y en el control de las instituciones colectivas, etc.). Las diferencias regionales se observan fundamentalmente entre las zonas agrícolas e industriales. Las primeras, en especial las áreas latifundistas del sudoeste y las minifundistas del noroeste, se encuentran socialmente estancadas, con unos niveles de consumo muy bajos y con un proceso de despoblación continuo debido a la emigración hacia las zonas industriales. Estas últimas, principalmente Barcelona (provincia), Madrid y el País Vasco, con unas rentas per cápita superiores a las del resto de las provincias españolas y tasas de crecimiento más elevadas, se encuentran con graves problemas de urbanización, vivienda e integración de la población inmigrante y, como fruto de la crisis financiera iniciada en 2008, también con índices elevados de desocupación los consiguientes fenómenos de marginación y de conflictividad sociales.

Economía[]

Agricultura[]

La agricultura española comprende un conjunto de áreas geográficas de muy variadas características. Atendiendo a la diversidad de elementos que configuran la heterogénea realidad agraria española, cabe distinguir las siguientes zonas:

  1. Cornisa Cantábrica, caracterizada por una agricultura casi de subsistencia, orientada a la maximización del empleo familiar, minifundista y con predominio de las explotaciones mixtas agrícola-ganaderas.
  2. Meseta Norte, dotada de una agricultura de secano, en la que destaca el cultivo de cereales y leguminosas, con escasas tierras de regadío y estructura minifundista.
  3. Meseta Sur y Andalucía, que dispone de una importante diversidad de cultivos, cuya producción se destina básicamente al mercado, y con predominio de latifundios y elevado desempleo.
  4. Mediterráneo, con una estructura de la propiedad relativamente equilibrada (pequeñas y medianas explotaciones), producción de arroz, productos hortícolas y frutales, destinada en buena parte a la exportación.

Del total de la extensión de España, el 33,5% correspondía en 2016 a tierras cultivadas, de las cuales un 22% (3,7 millones de hectáreas) eran de regadío. La dimensión de las explotaciones es muy irregular, del mismo modo que lo es la estructura de propiedad. Estos desequilibrios constituyen un grave problema para la agricultura española, por las dificultades que conlleva la explotación racional de la tierra. Además, la gran proporción de campesinos sin tierra (aparceros o arrendatarios), muchos de los cuales se emplean con carácter eventual (especialmente en las zonas de monocultivo), da lugar a la existencia de un desempleo estacional intenso. La población ocupada agrícola era en 2017 de 820.700 personas, el 4,4% de la población ocupada total (13% en 1989), correspondiendo los porcentajes autonómicos más elevados a Murcia (12,9%), Extremadura (12,9%), Castilla-La Mancha (7,8%), Andalucía (7,3%), Aragón (7%) y Castilla y León (6,3%) y los más reducidos a Baleares, País Vasco y Cataluña. El valor de la producción final agraria fue en 2016 de 46.800 millones de euros, el 2,51 del valor de la producción global, con tendencia a decrecer en su importancia relativa.

Cereales[]

Plantas forrajeras[]

Patatas y hortalizas[]

Cultivos arbóreos[]

Plantas industriales[]

Ganadería[]

Pesca[]

Industria[]

Industrias extractivas[]

Petróleo[]

Hierro[]

Piritas de hierro[]

Plomo[]

Cinc[]

Cobre[]

Bauxita[]

Estaño[]

Volframio[]

Mercurio[]

Carbón[]

Industrias metálicas básicas[]

Vidrio, cerámica, cemento y materiales[]

Química[]

Industrias mecánicas y de transformados metálicos[]

Industria textil[]

Industrias de la piel[]

Industria del papel y artes gráficas[]

Industrias de la alimentación, bebidas y tabaco[]

Energía[]

Electricidad[]

Servicios[]

Transporte ferroviario[]

Transporte por carretera[]

Transporte marítimo[]

Transporte aéreo[]

Turismo[]

Benalmádena

Benalmádena, zona de atracción turística en la Costa del Sol (Andalucía).

Este sector tiene una gran importancia en la economía española. Su expansión ha sido muy notable: de un millón de turistas entrados en 1951 se pasó a 14 millones en 1965, 52 millones en 1990 y 75 millones en 2016, siendo España el tercer país más visitado del mundo. Los ingresos de divisas por turismo ascendieron en 2016 a 77.625 millones de euros. En 2016 las provincias con mayor número de plazas hoteleras eran Barcelona, Madrid, Baleares, Las Palmas, Málaga y Alicante, que en conjunto representan el 62% de la capacidad hotelera española.

Banca[]

El sistema bancario se compone del Banco de España (banco emisor e instrumento de la política monetaria), las entidades oficiales de crédito (Instituto de Crédito Oficial, etc.), la banca privada y las cajas de ahorros. La banca privada, en la que existe un elevado nivel de concentración, está dominada por Bankia, CaixaBank, Santander y BBVA (estos dos últimos sobrevivientes del antiguo grupo llamado de los siete grandes), que controlan una parte importante de la economía del país.

Comercio exterior[]

La balanza comercial, salvo escasas excepciones, tiene desde los años 1940 carácter deficitario. En 2017 el déficit rondó los 28,56 billones de euros. Hasta mediados de los años 1960, los productos agrícolas ocuparon un lugar primordial en las exportaciones, pero desde entonces los productos industriales superaron a los primeros. En 2016 el 19% del valor de las exportaciones correspondía a productos manufacturados, maquinaria y material de transporte. Las importaciones de productos energéticos representaban en 2016 el 10% de las importaciones totales. Los principales clientes de España son los países de la UE (67% de las exportaciones españolas en 2016), encabezados por Francia (14%), Alemania (11%) y Portugal (8,2%). Los principales proveedores son asimismo los países de la UE (62% de las importaciones españolas en 2017), China (7%), Estados Unidos (4%), Marruecos (2%), Japón, India y México.

Relaciones económicas internacionales[]

En 1955 España ingresó en la ONU, y en los años siguientes se fue incorporando a la mayoría de los organismos internacionales de carácter económico (FMI, OCDE, GATT, etc.). En 1962 solicitó su ingreso en la CEE, pero la solicitud no fue considerada y su relación con la Comunidad se limitó a la firma de un tratado comercial preferencial. Las negociaciones para la adhesión se reanudaron en 1978 y se aceleraron desde comienzos de 1984. El 12 de junio de 1985 se firmó el tratado definitivo de adhesión de España a la CEE, y el 1 de enero de 1986 se efectuó el ingreso en la CEE (actual UE).

Renta nacional[]

La renta por habitante se estimaba en 2017 en 35.100 euros a precios de mercado. La distribución sectorial del producto interior bruto fue en 2009 la siguiente: agricultura, ganadería, pesca y minería, 2,5 %; industria, 11,5 %; servicios, 65,6 %; energía, 2,8 %; construcción, 9,2 %. La posición relativa de España en cuanto a producto por habitante ha empeorado durante los últimos años en relación a los países de la UE y se ha mantenido constante respecto a los países de la OCDE.

Historia[]

Prehistoria[]

CuevaDeAltamira

Pintura del techo de la cueva prehistórica de Altamira (Santander), con la representación de un bisonte.

Los vestigios más antiguos de la ocupación humana de la Península corresponden al paleolítico medio con la cultura musteriense (h. 70000 a. C.-h. 40000 a. C.). Se trataba de cazadores que conocían el fuego y algunos instrumentos de piedra. Otro nuevo tipo humano (Homo sapiens) penetra en la Península. Es el inicio del paleolítico superior (de h. 40000 a. C.-h. 10000 a. C.). El hombre continuó siendo cazador y adaptó su vida a las condiciones ambientales. Es este hombre el que desarrolla el primer arte parietal (cuevas de Altamira, Castillo, etc.). Las características comunes de las pinturas –posiblemente una forma ritual con que atraer la caza– son el fuerte naturalismo, la rica policromía y su exclusiva localización en abrigos rocosos (cuevas, cavernas). Un largo período, llamado mesolítico, presidió entre los milenios X a. C. y VI a. C., la transición del paleolítico al neolítico, es decir, la transformación de los cazadores en pastores y campesinos. La llamada «revolución neolítica», entre cuyos logros destacan la agricultura, la rueda y la cerámica, se desarrolló en España durante el milenio III a. C. Aparecieron entonces los primeros poblados. Es también el inicio de los grandes monumentos funerarios (megalitos, tumbas colectivas). Con la introducción en Europa de las técnicas de mezclar cobre y estaño (h. 2000 a. C.), la Península penetra en la Edad del Bronce y, gracias a sus ricos yacimientos de estaño del noroeste, se inserta en las grandes rutas comerciales europeas y se abre el camino a las futuras colonizaciones mediterráneas.

Celtas e iberos. Fenicios, griegos y cartagineses[]

La España romana[]

La España visigoda[]

La España musulmana[]

Reconquista y repoblación[]

Los orígenes de la España moderna[]

El Estado español de los Reyes Católicos (1479-1516)[]

La hegemonía española en Europa[]

El proceso de la decadencia[]

El despotismo ilustrado de los Borbones[]

La crisis del antiguo régimen[]

Los desequilibrios políticos[]

La I República y la Restauración[]

La época de Alfonso XIII[]

La II República, la guerra civil y la dictadura franquista[]

Durante los tres primeros años, la nueva República, presidida por Niceto Alcalá-Zamora y con Manuel Azaña como jefe de Gobierno, intentó sentar las bases de un Estado democrático en cuyo marco quedaran garantizadas las autonomías regionales, la separación de la Iglesia y el Estado y un amplio programa de reforma (enseñanza, reforma agraria, etc.). Pero el doble acoso a que se vio sometida por las organizaciones obreras, que exigían reformas radicales e inmediatas, y por las fuerzas conservadoras (levantamiento de Sanjurjo en 1932), junto con un excesivo anticlericalismo, que repugnaba a una parte importante de la sociedad española, y la lentitud de las reformas sociales, dificultó la consolidación del régimen republicano, y en las elecciones de noviembre de 1933 los partidos de centroderecha obtuvieron una mayoría aplastante. El viraje hacia la derecha que dio el nuevo Gobierno durante el bienio negro (1934-36), con la anulación de muchas medidas de la etapa anterior, provocó las sublevaciones de Asturias y Cataluña (octubre de 1934), cuya represión vino a representar el primer acto del drama que se iniciaría el 18 de julio de 1936 (véase Guerra civil española).

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El general Francisco Franco, dictador de España desde 1939 hasta 1975.

El 1 de abril de 1939 finalizó la guerra civil con la victoria de las fuerzas del Movimiento Nacional. El general Francisco Franco implantó un régimen totalitario fundamentado en el poder personal, iniciándose una dura represión responsable de la muerte de más de 150.000 personas y la desaparición de otras 114.000. En los años siguientes fueron promulgadas una serie de leyes fundamentales que desarrollaron los principios del Movimiento (Fuero de los Españoles, 1945; Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, 1947). En cuestiones exteriores España se enfrentó con una situación internacional sumamente desfavorable por las perspectivas bélicas en Europa. Durante la II Guerra Mundial se mantuvo neutral y únicamente fue enviada al frente ruso la División Azul de voluntarios españoles. Franco se entrevistó con Hitler en Hendaya en octubre de 1940 y con Mussolini en Bordighera (Italia) en febrero de 1941 y consiguió mantener la neutralidad española. Al término de la guerra y como resultado de los Acuerdos de Potsdam y de la Conferencia de San Francisco, España sufrió un aislamiento diplomático internacional y le fue negada la entrada en la ONU, situación que perduró hasta 1950, en que la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva York el 4 de noviembre, decidió levantar el bloqueo, lo que permitió el ingreso de España en numerosos organismos internacionales. Las relaciones con Portugal se mantuvieron dentro de una gran cordialidad, derivada del tratado de amistad y no agresión firmado por las dictaduras de los dos países en 1939, y consolidado por la entrevista Franco-Salazar en mayo de 1942, en la que se constituyó el Pacto Ibérico. Acontecimientos importantes en los años 1950 fueron el Concordato con la Santa Sede de 1953 y el tratado hispano-estadounidense del mismo año, en virtud del cual España recibió ayuda económica y se instalaron en territorio español bases militares estadounidenses. En 1955 España ingresó en la ONU. La ayuda norteamericana, un gran desarrollo turístico y las remesas de los trabajadores españoles en el extranjero condicionaron los Planes de Desarrollo, que a partir de 1963 cambiaron la fisonomía del país. En 1964 se iniciaron los primeros contactos con la URSS y en los años siguientes se incrementaron las relaciones comerciales con los países del Este. España buscó también su integración en la CEE y en 1970 obtuvo un acuerdo preferencial. En 1966 se promulgó la Ley de Prensa y se celebró el referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado, en 1968 se promulgó la ley sobre Libertad Religiosa y en julio de 1969 tuvo lugar la designación como sucesor del dictador, a título de rey, del príncipe Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII.

El aperturismo político se inició con el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, quien sustituyó a Luis Carrero Blanco, víctima de un atentado de la organización separatista vasca ETA (1973). El príncipe Juan Carlos, a causa de dos graves enfermedades de Franco, tuvo que asumir interinamente la jefatura del Estado por dos veces (19 de julio-2 de septiembre de 1974 y 30 de octubre-20 de noviembre de 1975). En este mismo período se agravó el problema de la descolonización del Sahara, que se resolvió en noviembre de 1975 con el Acuerdo de Madrid entre España, Marruecos y Mauritania. Tras la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975) y la breve y prevista intervención del Consejo de Regencia, el príncipe fue proclamado rey con el nombre de Juan Carlos I (22 de noviembre). Arias Navarro, confirmado en su cargo, formó nuevo Gobierno el 13 de diciembre de 1975, con lo que pareció abrirse una nueva etapa de la historia española.

La transición hacia la democracia[]

Sin embargo, el peso real de las estructuras e instituciones de la dictadura franquista y la evidente incapacidad de Arias Navarro para impulsar el cambio dieron lugar a un período de ambigüedades, tensiones e incertidumbres. La dimisión de Arias Navarro (1 de julio de 1976) y la designación de Adolfo Suárez por el rey para formar el segundo Gobierno de la Monarquía marcaron el inicio de una etapa de transición a la democracia que implicó el desmantelamiento progresivo de las instituciones del régimen anterior, la aprobación de una Ley para la Reforma Política por las últimas Cortes de la dictadura franquista (noviembre de 1976), que firmaron así su propia sentencia de muerte, y el anuncio por Suárez de unas elecciones. La citada Ley para la Reforma Política fue aprobada en referéndum por abrumadora mayoría (15 de diciembre de 1976). La legalización de todos los partidos políticos (incluido el Partido Comunista de España) y de las organizaciones sindicales clandestinas, la publicación de la ley electoral (marzo de 1977) y una campaña electoral animada precedieron la celebración de las primeras elecciones democráticas en España desde febrero de 1936. En ellas (15 de junio de 1977) se produjo el triunfo de la Unión de Centro Democrático (UCD), partido de centroderecha respaldado por el presidente Suárez, seguido de cerca por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Suárez, reforzado en el poder por el resultado de los comicios, inauguró las nuevas Cortes el 22 de julio de 1977, y su Gobierno concedió regímenes preautonómicos a Cataluña y País Vasco. Por otro lado, la grave crisis económica llevó a Suárez a buscar y lograr un amplio acuerdo con todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria (Pactos de la Moncloa, octubre de 1977). La Ley de Amnistía aprobada ese mismo mes reforzó el consenso nacional, y siguiendo esta misma línea pactista se elaboró la Constitución, refrendada por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. En las elecciones legislativas del 1 de marzo de 1979 triunfó UCD, aunque sin lograr la mayoría absoluta, y el PSOE quedó como principal partido de la oposición, pero en las municipales la izquierda (PSOE y PCE) logró controlar los ayuntamientos de las grandes ciudades. A lo largo de 1979 y 1980 los sucesivos gobiernos de Suárez tuvieron que afrontar una profunda crisis económica y el incremento del extremismo. Como elemento positivo de esta etapa cabe reseñar la aprobación de los estatutos de autonomía para Cataluña y País Vasco (1979), dentro del proceso de «construcción del Estado de las autonomías» diseñado por la Constitución de 1978. En las dos citadas nacionalidades se celebraron elecciones para sus respectivos Parlamentos, en las que triunfaron las fuerzas nacionalistas (1980). Ante la oposición del ala derecha de su partido, Suárez dimitió (enero de 1981) y le sucedió Leopoldo Calvo-Sotelo, cuya investidura se vio alterada por un golpe de Estado militar, encabezado por el general Jaime Milans del Bosch y el teniente coronel Antonio Tejero (23 de febrero de 1981). La decisiva intervención del rey Juan Carlos I abortó la intentona. Las divisiones internas de UCD contribuyeron a la victoria del PSOE en las elecciones de octubre de 1982, con una mayoría absoluta que revalidó en los comicios de junio de 1986 y octubre de 1989.

Época actual[]

Los sucesivos gobiernos de Felipe González realizaron una positiva política de modernización legislativa e institucional; en el terreno económico, no obstante, su política de ajuste provocó amplias protestas y dos huelgas generales. A partir del otoño de 1992, la crisis económica (tres devaluaciones sucesivas de la peseta) y las acusaciones de financiación irregular y tráfico de influencias, provocaron un rápido deterior de la popularidad del Gobierno. Aún así, el PSOE se impuso en las elecciones de junio de 1993, con escasa ventaja respecto al Partido Popular (PP), y González pudo seguir gobernando en minoría; pero la presunta implicación de algunos altos cargos del Gobierno en la «guerra sucia» contra ETA le restó apoyos y determinó la convocatoria de elecciones anticipadas (marzo de 1996). José María Aznar, líder del Partido Popular que fue la formación más votada, dio fin a la larga etapa del PSOE en el poder al formar Gobierno con apoyo parlamentario de los grupos nacionalistas catalanes y vascos. En las elecciones de 2000 volvió a ganar el PP, esta vez con una clara mayoría absoluta y Aznar formó nuevo gobierno. En julio de 2002 se produjo un incidente armado con Marruecos por la soberanía de la isla Perejil. En noviembre del mismo año, el hundimiento del petrolero Prestige frente a las rías gallegas causó un desastre ecológico de gran magnitud. Este accidente, sumado al respaldo de España a la invasión militar anglo-estadounidense de Irak (marzo de 2003), dio lugar a multitudinarias protestas y a un atentado terrorista en Madrid (11 de marzo de 2004), reivindicado por Al Qaeda, que minaron la popularidad del gobierno de Aznar. El 14 de marzo, el PSOE venció en las elecciones legislativas y José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido presidente. Zapatero ordenó la retirada de las tropas españolas de Irak (abril de 2004). Asimismo, promovió la aprobación de una Constitución Europea, y en febrero de 2005 España se convirtió en el primer país en ratificar el tratado constitucional mediante referéndum. En medio de una fuerte recesión económica, una grave crisis de las entidades financieras por el estallido de la burbuja inmobiliaria y un porcentaje de parados al alza (en 2013 superó el 27% de la población activa, unos 6 millones de personas), en las elecciones de 2011 el PP recuperó el poder. Mariano Rajoy fue nombrado presidente del gobierno y puso en marcha una serie de medidas para reducir el gasto público. A la abdicación de Juan Carlos I (14 de junio de 2014) asumió el trono su hijo, Felipe VI. Tras afrontar una grave crisis económica, Rajoy fue reelegido en 2016. La celebración en Cataluña de un referéndum de autodeterminación (1 de octubre de 2017) con la oposición del gobierno central dio lugar a una crisis política. La probada implicación del PP en un escándalo de corrupción y financiación ilegal (caso Gürtel) motivó una moción de censura en contra de Rajoy y su destitución como presidente del gobierno (mayo-junio de 2018). El socialista Pedro Sánchez formó un nuevo gobierno, ratificado en las urnas en 2019.

Gobierno[]

La Constitución, elaborada por las Cortes Generales y aprobada por referéndum nacional el 6 de diciembre de 1978, establece un régimen de monarquía parlamentaria, basado en el reconocimiento de las libertades democráticas y en el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que forman la nación española. El rey es el jefe del Estado y las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa. Éstas están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado (cámara de representación territorial) y sus miembros son elegidos por un período de cuatro años. El poder ejecutivo es ejercido por el Gobierno, cuyo presidente, propuesto por el rey, ha de obtener el voto de confianza del Congreso de los Diputados. Un Tribunal Constitucional tiene la misión de supervisar el cumplimiento de la Constitución y el Tribunal Supremo es el máximo organismo del poder judicial.

Literatura[]

Siglo XI-XIV[]

Siglo XV[]

Siglo XVI[]

Siglo XVII[]

Siglo XVIII[]

Romanticismo y posromanticismo[]

Generación de 1898, modernismo y literatura contemporánea[]

Filosofía[]

Arte[]

Arte ibérico y del período colonial[]

Arte hispanorromano[]

Arte paleocristiano y visigodo[]

Arte prerrománico[]

Arte hispanomusulmán y mudéjar[]

Arte románico[]

Arte gótico[]

Renacimiento[]

Arte barroco[]

Arte neoclásico y romanticismo[]

Arte moderno y contemporáneo[]

Música[]

Cinematografía[]

El nuevo invento pronto llegó a Barcelona (donde el 5 de mayo de 1895 se celebró la primera sesión pública con el kinetoscopio de Edison) y Madrid (que presentó el cinematógrafo de Lumière el 15 de mayo de 1896). El empresario Eduardo Jimeno impresionó en octubre de 1896 el primer filme español: Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza. A pesar de la importante labor de algunos pioneros –en particular el aragonés Segundo de Chomón, los catalanes Fructuós Gelabert y Ramón de Baños y el valenciano Ángel García Cardona–, la incipiente industria española muy pronto fue colonizada: se copiaron los modelos franceses e italianos, mientras el capital estadounidense en el mercado español su primera y más fácil conquista. Ya en los años 1920, tras tímidos y aislados intentos en la década anterior, aparecen algunos esfuerzos por hallar una personalidad cinematográfica propia, con realizadores como José Buchs y, sobre todo, Florián Rey; al mismo tiempo, la intelectualidad de la época descubrió el cine y sus más avanzadas tendencias, lo que por primera vez, y con la colaboración del naciente cine-clubismo, propició un clima cultural. Industrialmente, la llegada del sonoro arrasó la producción autóctona, que no reapareció hasta 1932, suplantada por las versiones españolas rodadas en Londres, París, Roma, Berlín y, sobre todo, Hollywood, adonde emigraron artistas y escritores. Durante la II República se pusieron las bases para una recuperación: surgieron productoras –Cifesa fue la más poderosa y la de más larga ejecutoría– y realizadores –Edgar Neville, José Luis Sáenz de Heredia, futuro adalid del cine franquista con Raza (1941)–. Luis Buñuel rodó su primer filme en España –Tierra sin pan (1932)– y algunos cineastas procedentes del período mudo crearon sus mejores obras –Rey, La verbena de la Paloma (1935), filme producido por Benito Perojo, cuya influencia en este campo sería luego considerable–. Un extranjero aportó un título de interés –La traviesa molinera (1934), de Harry d’Abbadie d’Arrast–. La guerra civil estimuló la producción de noticiarios y documentales, tanto por parte española (sindicatos, partidos) como extranjera (Joris Ivens, André Malraux, etc.). El régimen franquista instauró organismos de control (censura, protección económica, sindicalismo vertical), así como la obligatoriedad del doblaje, exigencia ideológica de nefastas consecuencias industriales. De entre los nuevos realizadores destacaron por su profesionalidad Rafael Gil –Huella de luz (1943)– y Juan de Orduña –Locura de amor (1948)–, que atravesaron todos los géneros en boga: comedia, melodrama histórico, drama de época, filme religioso, musical… De esa uniformidad destacaron en 1951 Antonio del Amo –Día tras día– y José Antonio Nieves Conde –Surcos–, junto con Esa pareja feliz, de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, que seguirían caminos divergentes. Todos éstos eran filmes en los que aparecía, aunque filtrada, la influencia neorrealista. En esa línea, fueron interesantes las aportaciones de Fernando Fernán Gómez y el italiano Marco Ferreri, así como el debut de Carlos SauraLos golfos (1959)–, fruto de los planteamientos surgidos en las Conversaciones de Salamanca (1955). Éstas hallarían su puesta en práctica a partir de 1962, al crearse la ayuda estatal necesaria para la existencia de un nuevo cine español. Debutaron entonces Mario CamusYoung Sánchez (1963)–, Manuel Summers –Del rosa al amarillo (1963)–, Francisco Regueiro –El buen amor (1963)–, Miguel Picazo –La tía Tula (1964)– y Basilio Martín Patino, entre otros diplomados de la Escuela Oficial de Cinematografía. La producción madrileña incorporó sucesivas promociones salidas de la Escuela; Víctor EriceEl espíritu de la colmena (1972), El sur (1983)–, Manuel Gutiérrez Aragón y otros; mientras Barcelona, el otro núcleo de producción, conjugaba autodidactismo, independencia y formalismo en una efímera «escuela de Barcelona», cuyos cineastas más perdurables fueron Vicente Aranda, Jaime Camino y el asturiano Gonzalo Suárez; el más sugerente, Pere Portabella (en colaboración con el poeta Joan Brossa), y el más radical, José María Nunes. Durante la última década de la dictadura, la crisis política y económica afectó distintamente a los principales cineastas: con Tristana (1970) se produjo la momentánea recuperación de Buñuel, alejado tras el escándalo de Viridiana (1961); Berlanga se enfrentó, tras la madurez de Plácido (1962) y El verdugo (1963), a un período ingrato, debiendo rodar en Argentina y Francia; Saura ratificó, de La caza (1965) a Cría cuervos (1975), su habilidad y solidez dentro de una excepcional continuidad de trabajo. El fin de la dictadura acarreó, dos años más tarde, la supresión de la censura y la libertad de importación, que causaron un profundo cambio en el mercado cinematográfico, hasta que se normalizó la permisividad y se restablecieron medidas proteccionistas. En esos años proliferaron los filmes de recuperación histórica –ficciones y documentales sobre la guerra civil o las comunidades autónomas: Euzkadi (de El proceso de Burgos, 1980, de Imanol Uribe, a La conquista de Albania, 1983, de Alfonso Ungría) y, sobre todo, Cataluña (donde el más esforzado artífice del género fue Antoni Ribas: La ciutat cremada, 1976, y el tríptico Victòria!, 1983)–. Otros campos fértiles fueron el análisis institucional –El desencanto (1976), de Jaime Chávarri–, la comedia juvenil –Ópera prima (1981), de Fernando Trueba– y el tratamiento insólito de lo marginal –Bilbao (1978), de Bigas Luna, Arrebato (1979), de Iván Zulueta–. Cabe destacar también durante esta etapa el retorno de realizadores que habían desarrollado buena parte de su obra en el extranjero como Bardem, cultivador de una critica social con perspectiva objetivista –Siete días de enero (1979)–, y Berlanga, en quien esa misma voluntad crítica acentúa lo grotesco y lo esperpéntico –La escopeta nacional (1978), Patrimonio nacional (1980), Nacional 3 (1982)–, así como el afianzamiento, entre los directores adscritos a las generaciones posteriores, de José Luis Garci, Pedro Almodóvar, Pedro Olea, Imanol Uribe, Pilar Miró, Emilio Martínez-Lázaro o, en el género específico de la comedia, Fernando Trueba y Manuel Gómez Pereira. En el cine español de los años 1990 irrumpió una nueva generación de realizadores de gran solvencia técnica y artística, como Juanma Bajo Ulloa, Julio Medem, Álex de la Iglesia, Icíar Bollaín, Alejandro Amenábar, Isabel Coixet y David Trueba.

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