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La República Argentina es un Estado de América del Sur, ubicado en la parte meridional del continente.

Demografía[]

Economía[]

Historia[]

Descubrimiento y colonización[]

Antes de la llegada de los españoles la población aborigen argentina estaba constituida por numerosos pueblos amerindios, independientes entre sí (diaguitas, querandíes, comenchigones, puelches, tehuelches, entre los más destacables), que estaban asentados preferentemente en la desembocadura del Paraná, la llanura pampeana, la actual Mesopotamia argentina y Patagonia; en su mayoría habían alcanzado el estadio cultural de sedentarización agrícola. Menos adelantados, en el Chaco vivían los guaraníes y los guaicurúes, en diversos grados de nomadismo, y en la Tierra de Fuego los yahganes y onas permanecían anclados en el Paleolítico; la expansión del pueblo mapuche a través de las zonas andinas y la Pampa meridional había llegado hasta la actual provincia de Buenos Aires. El número total de aborígenes se ha estimado inferior a los 400.000 individuos en los territorios argentinos al rayar el siglo XVI. Carentes de oro, plata y piedras preciosas, y con esa población indómita, ofrecían pocos atractivos para los conquistadores españoles.

Invasiones inglesas e independencia[]

Los primeros pasos de la nueva nación y la guerra contra el Brasil (1819-28)[]

Unitarios y federales (1828-60)[]

Las discordias entre provincianos y porteños y los intereses de los comerciantes bonaerenses estuvieron a punto de llevar el país a la guerra civil. El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, federalista, logró hacerse con el poder tras derrotar al general José María Paz, jefe de los unitarios. El mandato de Rosas se prolongó veinte años en dos fases (1829-32 y 1835-52), durante los cuales se hizo notar por su crueldad y tiranía, si bien logró imponer el orden en el país y afirmar en él el régimen federal. La enérgica dictadura de Rosas dio lugar a repetidas insurrecciones; al fin, el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, coligado con Uruguay, Brasil, Paraguay y la provincia de Corrientes, se alzó contra el dictador en 1851 y lo derrotó en Caseros (1852). El Congreso reunido en Santa Fe dictó en 1853 una Constitución democrática y federalista. Urquiza fue elegido presidente (1853-60), y con él se inició la organización nacional. Sin embargo, su gobierno se vio pronto amenazado por Buenos Aires, que en defensa de sus intereses se separó de la Confederación y declaró la guerra al resto de la nación; tras la derrota militar de las tropas porteñas en Cepeda (1859), Buenos Aires se reintegró a la Confederación.

Progresistas y conservadores. La organización del país (1861-1916)[]

Un nuevo conflicto enfrentó a Buenos Aires con la Confederación. El general Bartolomé Mitre, jefe del ejército bonaerense, se hizo dueño del poder después de la batalla de Pavón (1861), en la que los ejércitos de la Confederación resultaron vencidos. No obstante su filiación, el gobierno de Mitre (1862-68) resultó fiel seguidor de la política federalista que había iniciado el general Urquiza; en este sentido su principal preocupación fue la defensa de la Constitución nacional de 1853. Los presidentes que se sucedieron de 1862 a 1880, Mitre, Domingo Sarmiento (1868-74) y Nicolás Avellaneda (1874-80), consiguieron resolver definitivamente el problema de la organización del país. Durante esta época se inició una etapa de progreso, cuya figura prominente fue el general Julio A. Roca: se caracterizó por el sometimiento de los caudillos, las campañas para reducir los últimos focos de resistencia indígena, la política inmigratoria y la consolidación de la hegemonía de Buenos Aires, asegurada por su unión con las provincias con el tendido del ferrocarril. En el plano internacional, se produjo la costosa guerra con el Paraguay (1865-70), en la que resultó vencedora la alianza argentino-brasileño-uruguaya. En los años que siguieron al gobierno de Avellaneda la oligarquía conservadora continuó en el poder. Las dos presidencias de Roca (1880-86 y 1898-1904) se caracterizaron por el desarrollo de las obras públicas y, sobre todo, por la avnzada legislación que dieron al país. No obstante, Roca centralizó el poder y gobernó dictatorialmente bajo una falsa apariencia de legalidad y democracia. En 1890 hubo una revolución, encabezada por Mitre y Leandro Além, que fracasó. Con el nuevo siglo y el arribo masivo de trabajadores europeos se acentuó la agitación social, se fundó la Federación Obrera Regional Argentina, anarquista, y proliferaron las huelgas revolucionarias. Esta situación se prolongó hasta 1922. Las presidencias de José Figueroa Alcorta (1906-10) y Roque Sáenz Peña (1910-14) marcan el principio del fin de la oligarquía y la vuelta a la libertad política, objetivo que promovía y exigía la Unión Cívica Radical.

Radicales y conservadores (1916-43)[]

La Unión Cívica Radical, dirigida por Além e Hipólito Yrigoyen, conspiró contra el régimen y exigió elecciones limpias, que se realizaron en 1916 y en las que triunfó el radicalismo. Las dos presidencias de Yrigoyen (1916-22 y 1928-30) y la de Marcelo T. de Alvear (1922-28), a pesar de haber afirmado el principio democrático, no modificaron la estructura socioeconómica ni extirparon la corrupción administrativa. La crisis económica de 1929 provocó una serie de golpes de Estado, hasta que en 1930 un movimiento militar fascista, encabezado por el general José Félix Uriburu, derrocó al Gobierno constitucional. Pronto la dictadura de Uriburu (1930-32) se vio envuelta en la crisis económica y obligada a hacer frente a la oposición declarada de sindicatos y universidades, que se rebelaban contra la orientación antidemocrática del régimen. Con los presidentes Agustín Pedro Justo (1932-38) y Ramón S. Castillo (1940-43) continuó la corrupción política, el fraude electoral y el acentuado conservadurismo, todo lo cual provocó finalmente la revolución del 4 de junio de 1943 contra el régimen de Castillo.

Dictadura y peronismo (1943-55)[]

Una conspiración militar, encabezada por el general Arturo Rawson, acabó con el gobierno de Castillo. Después de dimitir Rawson, ocupó la presidencia el general Pedro Pablo Ramírez (1943-44), con el general Edelmiro Farrell como vicepresidente; durante su mandato, militar y dictatorial, disolvió el Congreso, negó el retorno de los partidos políticos y gobernó por decreto-ley. Durante la presidencia de su sucesor, el general Farrell (1944-46), la Argentina, presionada por los Estados Unidos, declaró la guerra a Alemania y Japón (marzo de 1945). Tras una serie de movimientos sediciosos de carácter militar, las protestas de los «descamisados» y la dimisión del dictador, las elecciones de 1946 dieron el poder al coronel Juan Domingo Perón. Apoyado por las masas populares, instituyó un régimen de partido único (Partido Justicialista) de corte personalista, paternalista y falsamente obrerista, ya que no cambió las estructuras reales de la sociedad, que realizó una serie de reformas sociales, emprendió la industrialización gracias a los beneficios acumulados durante la II Guerra Mundial y logró dar al país una cierta prosperidad. En 1949 reformó la Constitución dándole un acento «justicialista». Poco después el peronismo entró en crisis. Perón fue reelegido en 1951, pero la muerte de su carismática esposa María Eva Duarte (Eva Perón), las dificultades económicas y la oposición combinada de la Iglesia, un vasto sector militar y los EE. UU. le obligaron a dimitir (19 de septiembre de 1955).

Intervenciones militares (1955-83)[]

Derrocado Perón, se hizo cargo del gobierno con carácter provisional el general Eduardo Lonardi, a quien reemplazó en noviembre del mismo año el general Pedro E. Aramburu. Durante la dictadura de este último (1955-58) se intentó desmantelar las bases del peronismo: la Confederación General del Trabajo quedó bajo control gubernamental, el Partido Justicialista fue disuelto y se instauró una dura represión política y cultural. El 1 de mayo de 1956 fue abolida la Constitución de 1949 y se decretó el retorno a la de 1853, a la par que Aramburu daba a conocer su programa político, declarando que el principal objeto de la llamada «revolución libertadora» era terminar con el régimen dictatorial peronista, organizar elecciones y restaurar la democracia. Cumpliendo con lo prometido, el gobierno convocó elecciones el 23 de febrero de 1958 y en las mismas resultó elegido presidente para el período 1958-64 Arturo Frondizi, jefe del partido Unión Cívica Radical Intransigente, quien anunció en 1961 que se autorizaría el retorno a la legalidad del peronismo. El desacuerdo de altos elementos del ejército respecto a las relaciones diplomáticas con la Cuba de Fidel Castro obligó al presidente a modificar el gabinete ministerial y a romper dichas relaciones. Finalmente, en las elecciones a diputados celebradas el 18 de marzo de 1962 los candidatos peronistas triunfaron en 10 provincias, lo que determinó una nueva intervención de los jefes militares que, guiados por las clases burguesas y terratenientes antiperonistas, anularon las elecciones, destituyeron al presidente Frondizi y pusieron en su lugar a José María Guido con carácter provisional. En las elecciones que se celebraron el 7 de julio de 1963, sin partidos peronistas ni comunistas, fue elegido presidente Arturo Illia, candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo. El 28 de junio de 1966 un golpe de Estado militar derrocó al presidente Illia, y una Junta presidida por el general Juan Carlos Onganía disolvió el Congreso, prohibió los partidos políticos y abolió la autonomía universitaria. El 8 de junio de 1970 el dictador Onganía fue destituido por los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas, que nombraron presidente al general Roberto Marcelo Levingston. En marzo de 1971 los citados comandantes en jefe destituyeron a Levingston y el poder pasó al comandante en jefe del ejército, general Alejandro Lanusse, quien restableció los partidos políticos y prometió elecciones para 1973. En octubre de 1971 fue descubierto un intento de golpe de Estado, lo que llevó a la detención de algunas figuras políticas. Por otra parte, la tónica de apertura y la voluntad de un retorno a la legalidad constitucional, características de la obra de gobierno del general Lanusse, cristalizaron en la convocatoria formal de elecciones para marzo de 1973 y posibilitaron que Perón —quien desde el exilio apoyaba, en una actitud ambigua, al peronismo revolucionario— regresara a Argentina para una breve estancia en noviembre de 1972. En las citadas elecciones, los peronistas obtuvieron el triunfo (49% de los sufragios) bajo la enseña del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y con base en la candidatura de Héctor J. Cámpora (presidente) y Vicente Solano Lima (vicepresidente), que asumieron sus cargos el 25 de mayo de 1973. En el breve intervalo de la presidencia de Cámpora comenzó, bajo la dirección del ministro de Bienestar Social José López Rega, la represión de la izquierda peronista. El regreso de Perón al país (junio de 1973) y la dimisión de Cámpora del Gobierno el mes siguiente precipitaron el proceso institucional, que culminó en las elecciones del 23 de septiembre de 1973. En ellas Perón fue elegido para la presidencia y su esposa, María Estela Martínez de Perón, para la vicepresidencia. Al año siguiente, la izquierda peronista (Montoneros) rompió con su líder y pasó a la clandestinidad, mientras los escuadrones de la muerte de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), encabezada por López Rega, asesinaban a centenares de militantes políticos, estudiantiles y sindicales. Tras la muerte de Perón (julio de 1974), su viuda intentó continuar su línea política. Sin embargo, la situación se deterioró rápidamente (guerrillas, terrorismo, violencia, crisis económica) y propició un nuevo golpe militar, que puso al frente del Estado al teniente general Jorge Rafael Videla (24 de marzo de 1976). El nuevo régimen hizo caer aún más la renta nacional y acelerar la destrucción de la economía. Empezó también una feroz represión política, no sólo contra las guerrillas, sino también contra la sociedad civil, con un saldo de más de 30.000 muertos y desaparecidos. El país adquirió una importante deuda, y llegó también a un clima prebélico con Chile. Videla dejó el cargo en 1980 al general retirado Roberto Viola, miembro de la cúpula dirigente, que fue reemplazado a su vez ocho meses después por el general Leopoldo Fortunato Galtieri. Éste ordenó la invasión de las Malvinas, y la guerra que siguió galvanizó los sentimientos nacionalistas del país, pero la derrota a manos de los británicos, sumada a la bancarrota económica, provocó la caída de Galtieri y reforzó a la oposición. El sustituto de Galtieri, general Reynaldo B. Bignone, convocó elecciones para octubre de 1983.

Vuelta a la legalidad[]

En las elecciones triunfó la Unión Cívica Radical, y su líder, Raúl Alfonsín, asumió la presidencia. Alfonsín llegó a un acuerdo con Chile sobre límites australes, sometió a enjuiciamiento a las tres primeras Juntas militares del autodenominado «Proceso de Reorganización Nacional» iniciado en 1976 —enjuiciamiento que culminaría con penas de cadena perpetua para el general Videla y el almirante Massera y de 17 años para el general Viola—, y restableció la plena vigencia de los derechos humanos, pero el fracaso de la política económica del Gobierno radical propició el triunfo de Carlos Saúl Menem, líder del Partido Justicialista, en los comicios celebrados en mayo de 1989. El nuevo presidente indultó, en una controvertida decisión, a los generales condenados por crímenes cometidos en la «guerra sucia», e implantó un riguroso plan de austeridad que tuvo éxito en la mejora de la estabilidad monetaria y la contención de la inflación, aunque la reducción drástica de gastos públicos comportó un empobrecimiento de amplias capas sociales provocando numerosos disturbios y una huelga general (noviembre de 1992). Tampoco se libró de importantes acusaciones de corrupción dirigidas hacia él, su familia y sus ministros. Después de una clara victoria peronista en las elecciones legislativas parciales celebradas en 1991 y 1993, el compromiso alcanzado por Menem con los radicales permitió que la Asamblea Constituyente aprobara (2 de agosto de 1994) una reforma constitucional que redujo el mandato presidencial de 6 a 4 años, con posibilidad de reelección. Menem fue reelegido para el cargo en las elecciones celebradas en mayo de 1995, pero su progresivo descenso de popularidad se tradujo en la pérdida de la mayoría de su partido en las elecciones legislativas de 1997. Fernando de la Rúa, candidato de la coalición Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, formada por la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario (FREPASO), se impuso al peronista Eduardo Duhalde en las elecciones presidenciales de 1999. La victoria de de la Rúa quedó empañada sin embargo por el triunfo peronista en 19 de las 24 povincias y en especial por la pérdida del gobierno de Buenos Aires, que aglutina al 40% del electorado argentino. Los peronistas conservaron además el control del Senado y de la Corte Suprema, lo que obligaba al nuevo presidente a buscar el consenso para cada una de sus iniciativas. Durante todo su mandato, de la Rúa tuvo que hacer frente al deterioro de la situación económica. En marzo de 2001 nombró ministro de Economía con plenos poderes a Domingo Cavallo, artífice de la ley de convertibilidad que trató de acabar con la hiperinflación existente durante el gobierno de Menem. El agravamiento de la crisis económica y del malestar popular provocó la dimisión de de la Rúa (23 de diciembre de 2001), que fue sustituido interinamente por Adolfo Rodríguez Sáa. En enero de 2002 Eduardo Duhalde fue nombrado presidente por el Congreso, en un clima de inestabilidad económica y social. Tras la retirada de Menem en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2003 fue designado presidente el peronista Néstor Kirchner, que recuperó la gobernabilidad del país, logró una notable recuperación de la economía, renovó las instituciones y derogó las Leyes de «Punto Final» y «Obediencia Debida» que absolvían a los oficiales procesados por terrorismo de Estado durante la dictadura militar. En 2006 estalló un conflicto fronterizo con Uruguay por la instalación de plantas papeleras junto al río Uruguay. En las elecciones presidenciales de 2007, su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, obtuvo una amplia victoria. Fue reelegida en 2011. En las elecciones de 2015 ganó el peronista Daniel Scioli, pero sin obtener un margen suficiente para evitar una segunda vuelta. En ésta, el candidato de la coalición de centroderecha Cambiemos, Mauricio Macri, obtuvo el 51% de los votos. La economía, sin embargo, continuó viéndose gravemente afectada por la inflación (que superó el 50% en 2019) y la devaluación del peso, lo que motivó la derrota de Macri en las elecciones de 2019 frente al peronista Alberto Fernández.

Literatura[]

Filiación clásica del período precedente a la introducción del romanticismo[]

Introducción del romanticismo (E. Echeverría) y la literatura gauchesca[]

El modernismo argentino. Poesía y prosa narrativa desde finales del siglo XIX hasta nuestros días[]

Arte[]

Cinematografía[]

Eugenio Py realizó ya en 1897 algunas cintas de actualidades. La primera película argentina con argumento, filmada en 1908 por Mario Gallo, se basa en el fusilamiento de Dorrego. A partir de esta fecha se ha desarrollado una verdadera industria cinematográfica argentina que, con algunos altibajos, produce obras de indudable valor artístico y técnico. Desde el clásico del cine mudo Nobleza gaucha (1913), dirigida por Humberto Cairo, hasta La Raulito (1974), de Lautaro Murúa, la cinematografía argentina produjo éxitos indiscutibles como Riachuelo (1934), de Moglia Barth, La fuga (1937), de Luis Saslavsky, La guerra gaucha (1942), de Lucas Demare, El jefe (1958), de Fernando Ayala, Crónica de un niño solo (1962), de Leonardo Favio, Pajarito Gómez (1965), de Rodolfo Kuhn, El dependiente (1967), de Favio, y Martín Fierro (1968), de Leopoldo Torre Nilsson. Entre los directores de cine argentino merecen destacarse el pionero José A. Ferreyra, que dirigió el primer filme argentino hablado (Muñequitas porteñas, 1931), Luis Saslavsky, Leopoldo Torres Ríos, Luis César Amadori, Mario Soffici, Lucas Demare, Hugo del Carril, Leopoldo Torre Nilsson –que desde finales de los años 1950 gozó de proyección internacional–, Fernando Ayala, Lautaro Murúa, David José Kohon, Fernando Birri, Rodolfo Kuhn, Manuel Antín, Leonardo Favio, Ricardo Wulicher, Héctor Olivera, Raúl de la Torre y, entre los que tuvieron que seguir los caminos del exilio, Fernando Ezequiel Solanas, Hugo Santiago, Edgardo Cozarinsky y Eduardo de Gregorio. Desde el punto de vista temático, la evolución del cine argentino ha sido indisociable de la historia nacional y de la del séptimo arte, con períodos de crisis casi letales alternando con otros de resurgimiento, sucediéndose a lo largo de las décadas la primacía de la épica histórica, el populismo a veces poetizante, la comedia, el melodrama, el intimismo, la denuncia y el testimonio social y político, siendo estos últimos reprimidos por las dictaduras militares antes y después de la breve primavera que supuso el retorno de Perón y la abolición de la censura. La reaparición internacional reportó premios en festivales: Últimos días de la víctima (1982) y Un lugar en el mundo (1992), de Adolfo Aristarain, Plata dulce (1982) y El arreglo (1983), de Fernando Ayala, Espérame mucho (1983), de Juan José Jusid, La historia oficial (Óscar, 1985) y La peste (1992), de Luis Puenzo, La película del rey (1987), de Carlos Sorín, La deuda interna (1988), de Miguel Pereira, Yo, la peor de todas (1990), de María Luisa Bemberg, El lado oscuro del corazón (1992), de Eliseo Subiela, Gatica, el mono (1993), de Leonardo Favio, o Sol de otoño (1996), de Eduardo Mignogna. Una nueva generación de directores y realizadores ha alcanzado una notable distribución internacional para sus producciones: Alejandro Agresti (Buenos Aires viceversa, 1996; Valentín, 2002); Marco Bechis (Garage Olimpo, 1999); Fabián Bielinsky (Nueve reinas, 2000); Juan José Campanella (El hijo de la novia, 2001; El secreto de sus ojos, 2009, Óscar en 2010); Lucrecia Martel (La ciénaga, 2000; La niña santa, 2004); Lisandro Alonso (Los muertos, 2004; Liverpool, 2008), Lucía Puenzo (XXY, 2007; Wakolda, 2013), Pablo Trapero (Leonera, 2009; El clan, 2015), y Santiago Mitre (El estudiante, 2011; Argentina, 1985, 2022).

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